viernes, 26 de diciembre de 2014

(Algo así como) Los mejores 20 álbumes de 2014


2014 fue un año novedoso para mí como escucha, ya que me avoqué a visitar muchos más discos nuevos de lo que había hecho en años anteriores. Mi enfoque hacia la música siempre había sido más bien retrospectivo. Me dedicaba en mayor medida a desenterrar cosas que a escuchar lo que la blogósfera me decía era lo de hoy. Pero al fin, varios factores se combinaron para que decidiera pasar este año bajo un régimen más actualizado, y los resultados no han sido malos. Encuentro que entrar al ritmo acelerado de la blogósfera a menudo me lleva a descubrir bandas que había ignorado hasta ese momento, y a juergas de información en donde termino bajando discografías antecedentes, ya sea del mismo artista o de sus influencias.

Y bueno, de ahí surge la lista. No voy a pre-disculparme —como otros que he visto por ahí— con la excusa de que “como saben, toda opinión es subjetiva”, no porque no crea en ello, sino porque eso ya todos lo sabemos. Sólo quisiera advertirlos sobre dos puntos que notarán en la lista, y que quizá causarán su furia. Primero que nada, virtualmente no escucho rap: me parece un género temáticamente muy conectado a una cultura determinada, con la cual yo no conecto en absoluto. Cuando veo videos de conciertos de Run the Jewels con 80% de público blanco, me pregunto qué tanto de su auge es gusto musical genuino y qué tanto es apropiación cultural pretenciosa. Pero yo qué sé. Y sí, sí escuché RTJ2, y me aburrió horrores, así que de plano me declaro ignorante en este respecto. Segundo punto: escucho poca electrónica. No es que no me guste en absoluto, sino que me agrada sólo bajo ciertas condiciones, las cuales son bastante abstractas en realidad. La principal es que, siendo parcial a tipos de música más análogos, a veces necesito una cierta cualidad orgánica dentro de la electrónica, si es que eso tiene sentido. Ejemplos de a qué me refiero están en la lista. Ejemplos de lo que me repele del género están en lo que, con mucha probabilidad, ustedes esperarían en la misma, como SYRO, disco que no me disgustó, pero tampoco hizo ninguna marca en mi memoria.

No hay mucho que decir en cuanto a método, ya que al ser una sola persona no hay forma ni razón de recurrir a gráficas ni tablitas de Excel. Lo que sigue está armado a ojo de buen cubero, a pura doxa. Lo cual no quiere decir, sin embargo, que no haya hecho un esfuerzo para mantener a la subjetividad de la lista dentro de ciertos límites. Hay artistas aquí por cuya obra siento un cariño muy personal, y cuyo álbum ha definido mi año de sobremanera, como Interpol. Pero no puedo basar en ese cariño mi juicio de valor. He tratado de mantener el bias bajo control, y de ser serio en mi valoración crítica. Dicho esto, es claro que algo de prejuicio sí se cuela, inevitablemente. Pero al fin y al cabo eso pasa en todos lados, incluso en publicaciones de abolengo y métodos de conteo colectivos. Por ejemplo, desde antes del lanzamiento de 1989 era claro que este año la blogósfera estaba inexplicablemente ($$$) enamorada de Taylor Swift —y allí está, metida en todas las listas de fin de año, laudada como una joya pop del nuevo milenio aunque los mejores versos que pueda conjurar para abrir su recorrido sean,

Everybody here wanted something more
Searching for a sound we hadn’t heard before
And it said

Welcome to New York
It’s been waiting for you
Welcome to New York
Welcome to New York.

Ajá, claro, joya.

Así pues, les dejo mi querida lista. No, no está U2. Ah, sí, y tampoco está The War on Drugs. No sé de cual se deba consumir para entender Lost in the Dream, pero a mí, como a Kozelek, me suena a puro beer commercial lead guitar. Pero ni divertido. Más bien deslavado y con hueva. Lapídenme.

***


20. Cymbals Eat Guitars – LOSE
Barsuk
43 min.
Indie Rock
3.6

Un muy buen disco fuera de su era. En LOSE, Cymbals Eat Guitars presentan su respuesta, un tanto anacrónica quizás, a esos agotadores opus del indie rock noventero más ambicioso y expansivo —The Moon and Antarctica, Perfect From Now On, etc. Joseph D’Agostino y compañía presentan una colección más corta que aquellas, con sólo 9 canciones, pero no menos insaciable en términos musicales. Si R.E.M. no hubieran encontrado el éxito comercial quizá habrían hecho algo parecido a esto en términos sonoros por allá de 1993, expandiendo las fronteras de la duración adecuada para una canción popular, jugando a insertar versos lentos, a tender puentes que giran la canción por completo, a bajar la marcha y reiniciar el camino por otro rumbo. A pesar de ser un álbum que no va a volarle a nadie los sesos en cuanto a su imaginación instrumental (aunque tiene guiños interesantes tanto al folk como al shoegaze) nos encontramos en él a un gran ejemplo de obra que trasciende sus partes. El secreto yace en la estructura interna de las piezas, la cual es muy pocas veces convencional, e incluso cuando lo es logra un efecto creciente y catártico bastante especial. La producción no es la mejor, en especial en lo que respecta al lugar secundario que se le da a la voz en la mezcla. Muchas son las veces en que D’Agostino está gritando las letras y entre el reverb y la predominancia de las guitarras no se le entiende mucho. Es una pena, puesto que un álbum que suena tan bien como LOSE, que hace tanto con las piezas básicas de una banda de rock en términos de estructura, se beneficiaría mucho de más énfasis en lo lírico. Los temas están ahí: ya desde el título este no es un álbum precisamente feliz. Trata en gran parte del duelo ante un amigo caído y la nostalgia por la adolescencia. Sólo hace falta ponerlos en un pedestal un poco más visible.

Track Picks: “Jackson”, “Place Names”, “2 Hip Soul”


19. Death From Above 1979 – The Physical World
Last Gang
36 min.
Dance Punk/Noise Rock
3.6

Uno de varios casos este año donde una banda le da la espalda relativamente al estilo que los hizo célebres, o al menos celebrados, con resultados un tanto agridulces en cuanto a recepción. En el caso de DFA 1979, la situación es exacerbada por la expectativa generada mediante esos largos años fuera de los reflectores. Cuando una banda regresa del retiro la fórmula más segura para complacer a sus fieles es ser más de lo que eras, como tratando de convencer al mundo de que el reposo fue en realidad un periodo de incubación y crecimiento. En el caso de esta banda, lo que les tocaba de acuerdo a la ecuación era hacer más ruido, ser más abrasivos, más inclasificables. Ya sabemos que la reacción crítica a The Physical World fue más bien tibia; creo que ello se debe a que el duo canadiense eligió hacer lo contrario. Menos ruido, menos agresividad, más melodía. Tanto una buena parte de los fans como de los críticos se quedaron atrapados en la especie de shock inverso que la jugada les provocó, y se olvidaron de evaluar lo que la banda presentó bajo sus propios términos. Son muchísimas las quejas sobre TPW que comienzan (y hasta terminan) con “suena blando”, “tiene sintetizadores”, “parecen los Black Keys”. Pero un enfoque un tanto más formalista puede revelar que TPW hace lo que hace —Dance Punk pegador con unos decibeles más que el The Rapture de Echoes— extremadamente bien, a diferencia de los Black Keys este año, por cierto. DFA 1979 han perdido su primera juventud, y con ella el fuego y la furia que inspiraron You’re a Woman, I’m a Machine (2004). Pero, ¿por qué pedirles algo que va contra-natura (a menos que seas Michael Gira)? ¿Por qué pedirles un envejecimiento en reversa? ¿Por qué no permitirse los placeres más simples pero innegablemente efectivos que esta nueva encarnación ofrece?

Track Picks: “Cheap Talk”, “Virgins”, “Trainwreck 1979”, “The Physical World”


18. Angel Olsen – Burn Your Fire for No Witness
Jagjaguwar
44 min.
Singer-Songwriter/Indie Folk
3.7

Año agitado para la disquera hoosier Jagjaguwar entre un mal recibimiento al esperado …And Star Power, de Foxygen, uno amigable pero tibio para Range of Light, de S. Carey, y dos bombazos por cortesía de compositoras que completaron procesos de maduración y produjeron sus mejores obras hasta el momento. Una ya la verán más abajo, la otra es Angel Olsen, cuyo Burn Your Fire For No Witness es una obra dispar, pero con puntos altos de un encanto hipnótico innegable. Paradójicamente, dichos puntos altos llegan para mí en los momentos más íntimos, lentos y acallados del álbum, cuando Olsen apela al Folk sesentero o a las largas baladas de Leonard Cohen —como en la preciosa “White Fire”— en vez del sonido más dinámico del Alt-country. Quizá esto se deba a que la entrega vocal de Olsen es más bien débil, y se acomoda mucho más a habitar espacios semi-vacíos de manera etérea que a convencernos de que puede rockear. Sus fortalezas están claras: las letras evocativas y melancólicas, el susurro sugerente, el falsete aterciopelado que recuerda mucho a una versión cruda de Shara Worden/My Brightest Diamond, y el trabajo sutil y circular en la guitarra acústica. La sección media del álbum se diluye entre experimentos de indie rock bien concebidos pero ejecutados de manera poco memorable, mas Olsen tiene el buen juicio de situar las mejores piezas de BYFFNW en los puntos cruciales del recorrido, haciendo de ésta una escucha gratificante, con momentos de belleza cristalina y poder compositivo imposibles de ignorar.

Track Picks: “Unfucktheworld”, “White Fire”, “Dance Slow Decades”, “Windows”


17. Interpol – El Pintor
Matador
39 min.
Post-Punk Revival/Indie Rock
3.7

¿Por qué el álbum nuevo de una de mis bandas favoritas está hasta el 17 si lo he escuchado más que muchos otros en la lista? Pues me duele decirlo, pero porque está mal pegado. Se le ven las costuras. Tanto la primera como la última canción terminan en un mugroso fadeout. El disco comienza con un solo acorde antes de la voz de Paul Banks —nada de atmósfera, en una banda que no se entiende sin atmósfera, i.e. “Next Exit” o “Untitled”. La sección media baja demasiado de ritmo. Y está mal elegido también. El letargo repetitivo de “Twice as Hard” o la abominación de “Same Town New Story” no son competencia alguna para los b-sides —la rápida estructura laberíntica de “Malfeasance”, la melodía vocal ineludible de “What is What” o la segunda mitad de “The Depths”, a.k.a. el mejor outro de la banda desde “A Time to be So Small”.

Sí, en El Pintor Interpol regresa a hacer lo que mejor sabe —caminar esa extraña cuerda floja entre el rock tristón y el pop infeccioso. Sólo desearía no haber tenido que modificar la secuencia del disco en mi iTunes para poder disfrutarlo por completo. Desearía no haber tenido que buscar un mejor comienzo para el álbum (“Everything is Wrong”), un mejor final (“Breaker 1”), y rehacer los giros para darle flujo a una obra que tiene las canciones para destacar, pero no llega a tejer entre ellas una unidad orgánica. Pero al final qué importa: aunque sea re-ordenado lo voy a seguir escuchando y escuchando, y no creo estar solo en mi alegría por haber averiguado que todavía no se les acaba el combustible, a pesar de todas las montañas de obstáculos y los sueños rotos de los que hablan con típico oscurantismo lírico en varias canciones —temas que me hacen pensar en El Pintor como un disco que sabe de dónde viene: de una banda que tuvo todo para triunfar en grande y terminó en un cuasi-colapso, debiendo ahora reagruparse en un contexto que le es hostil, dentro del cual son extraños, obsoletos. Y que lo hicieron bien, contra todo pronóstico, aunque a muchos no les cuadre.

Track Picks: “My Desire”, “Everything is Wrong”, “Breaker 1”, “The Depths” (bonus track)


16. Damien Rice – My Favourite Faded Fantasy
Warner
50 min.
Singer-Songwriter/Chamber Folk
3.7

2014 fue un gran año para los regresos. Ya vimos a DFA 1979, se anunció el de Sleater-Kinney para enero, D’Angelo resucitó con Black Messiah (sí me gustó, pero no he pasado con él el tiempo suficiente para calificarlo), y tanto Slowdive como Neutral Milk Hotel se fueron de gira. Y luego está Damien Rice; el extraño caso del compositor melodioso y tierno que tuvo todo para ser una estrella comercial hace 8-9 años y desapareció. No por completo, y eso es lo más desconcertante. Ahí andaba, haciendo covers de U2, dando conciertitos en Irlanda: esto no era un acto concertado para crear misterio; pero la expectación creció de manera natural. No sé por qué le tomó 8 años a Rice terminar esta obra, con sus escasas 8 canciones, pero al final ya no importa tanto. Lo que importa es que cumplió, que no ha perdido el toque, y que si bien puede ser que su posibilidad de acaparar el reflector haya pasado, su voz y facilidad melódica es de las presencias más reconfortantes en la escena contemporánea.

MFFF es un álbum cálido, preciosista en su intimidad, cuya efectividad para deleitar a los fans de sus obras tempranas es casi segura —pero no es un álbum cómodo ni conformista. En estos años, Rice parece haberle agarrado un gusto a las estructuras expandidas, casi exageradas en su lentitud, y a la digresión. La mitad de las canciones sobrepasan los 6 minutos, y una llega casi a los 10, esto debido muchas veces a la longitud de puentes e introducciones que trabajan con una simpleza que apantalla. La larga concepción de MFFF ya advertía que nos encontrábamos ante una obra sin prisas, pero en el resultado concreto la lentitud del álbum resulta, si bien evidente, tan ligera como una pluma. Algunos acusarán a MFFF de ser formulaico en su estructura creciente de composición, o de soltar sus mejores disparos en la primera mitad, y tendrán algo de razón. Pero la gran mayoría del tiempo ésta es una obra que hace con creces lo que se le pide: llegar directo a las fibras sensibles del escucha, arrullarlo en una ola de tenue e impecable sentimiento.

Track Picks: “My Favourite Faded Fantasy”, “The Greatest Bastard”, “I Don’t Want to Change You”


15. Flying Lotus – You’re Dead!
Warp
38 min.
Nu Jazz/Jazz Fusion/Experimental Hip Hop
3.8

Arriba, cuando dije que no escuchaba hip-hop, me faltó ponerle un asterisco a la oración. Steve Ellison, a.k.a. Flying Lotus, es una figura que de algún modo se ha colado entre las tablas de la cerca que he colocado entre mí y el género, y a quien respeto muchísimo, si bien sus álbumes me dan casi la misma cantidad de placer que de jaqueca. Creo que esa cualidad retadora tiene bastante que ver con el respeto que le tengo: el tipo es un músico experimental de los buenos, uno que proviene de un lugar determinado dentro de la gran estructura genérica, pero no teme escapar de las fronteras, o hasta de pronto borrarlas, volverlas a trazar, arrebujar el mapa entero. Sobrino de Alice Coltrane, Ellison se propuso una meta clara e inesperada en la concepción de You’re Dead!: hacer un disco de jazz. Mas siendo él, por supuesto, los resultados son desquiciados tanto en términos de género como de estructura interna.

Los colaboradores invitados desvelan el linaje mixto que conforma You’re Dead!, mezclando los nombres de Kendrick Lamar y Snoop Dogg con el de Herbie Hancock, quizá la mayor influencia jazzera en concreto. Al contrario de lo que pudiéramos pensar por el concepto temático del disco —el momento justo de la muerte—, You’re Dead! casi nunca es meditativo, sino dinámico hasta decir basta. Parece ver a la muerte menos como un dejar ir que como un entrar en; una acción en la que el muerto no es objeto, sino agente. No es en balde que el título lleve signo de exclamación. El gusto de Ellison por pistas que, más que ser canciones, funcionan como rapidísimas viñetas pulidas pero sin conclusión puede resultar cansado en algunos momentos, pero el álbum al final sale airoso, manteniendo la coherencia mediante el hilo del memento mori y el uso de ritmos hancockianos. Puede ser que confrontarse con la muerte haya dado a Ellison el toque de vida que faltaba en su ya nutrida y única obra.

Track Picks: “Dead Man’s Tetris”, “Coronus, the Terminator”, “Moment of Hesitation” —pero la verdad esto se escucha completo o no se escucha.


14. Pianos Become the Teeth – Keep You
Epitaph
43 min.
Emo/Post-Rock
3.8

Si he estado leyendo bien mi seguimiento sobre este álbum, para disfrutar Keep You quizá convenga no haber escuchado a la banda antes. Los fans de sus dos discos previos, o al menos una parcialidad muy grande de ellos, parecen estar bastante enojados con la banda por lo que ellos perciben como un abandono. Y es que antes de esta obra los nativos de Baltimore se distinguían por su tórrido dramatismo, el cual los llevó a ser de los exponentes jóvenes más reconocidos del Screamo. Keep You los ve haciendo, si no un giro de 180°, sí un drástico cambio de velocidad. Parece que hubieran pasado los meses previos a grabar apartados del Screamo, más bien inmersos en las corrientes más melancólicas del Emo y el Midwest Emo —que hubieran escuchado una y otra vez a American Football, Cap’n Jazz, y a un muy buen disquito salido el año pasado, firmado por The World is a Beautiful Place and I Am No Longer Afraid to Die, llamado Whenever, If Ever.

El Emo y el Post-Rock se llevan insospechadamente bien en manos adecuadas, como ya sabrán todos los que hayan escuchado a Moving Mountains (y sí no son de esos, vayan). Pero Pianos Become the Teeth siempre han sido una banda monotemática —por siempre preocupada con la pérdida y la muerte, sobre todo catalizadas por el fallecimiento del padre de su cantante, Kyle Durfey, y eso da a la melancolía y lentitud que la banda adopta en Keep You un cariz más personal que el de la obra de Moving Mountains. Este es un disco que pasa a una nueva etapa del duelo, que aprende a lidiar con las pérdidas de un modo menos azotado que en ofrecimientos previos, pero no por ello menos emotivo —y mucho menos falto de momentos musicales memorables y bellos tanto por su nostalgia lírica como por su lograda sutileza técnica.

Track Picks: “Lesions”, “Old Jaw”, “Late Lives”, “Say Nothing”


13. Weezer – Everything Will Be Alright in the End
Republic
42 min.
Power Pop
3.8

Eran finales de septiembre y los rumores se esparcían como pólvora. ¿Se acuerdan de Weezer? Sí, los de “Buddy Holly”. Los que llevaban no uno, no dos, no tres, sino seis (!) discos en caída libre, lo cual se traduce en 18 (!!!) años desperdiciados casi por completo. Pues resulta que el disco que viene no está malo, decían. Nadie lo creía al principio, parecía truquillo de marketing al estilo de “su mejor álbum hasta el momento” o “la gira del adiós”. Pero luego comenzó a hablar la gente de carne y hueso, los reseñistas que escriben por amor al arte —y, ¡vaya chasco!, decían lo mismo. Convencido de estar viendo lo imposible, o bien un caso avanzado de delirio colectivo, decidí escuchar EWBAITE con la mente en alerta máxima. Pero no logré jugarle al contrario: esta cosa de verdad aguanta. No sólo “no está malo”, sino que es uno de los discos de rock más divertidos y re-escuchables del año.

Weezer siempre se ha tratado, en gran parte, de echar desmadre. Un desmadre medio ñoño, pero desmadre al fin. Eso no cambia, mas lo que distingue a EWBAITE es que están echando desmadre en serio. La atención al detalle en la producción es muy buena, algunas pistas están sincopadas de maneras inesperadas al principio, pero muy pegajosas a fin de cuentas, e incluso se dan el tiempo de componer una pequeña mini-opera para cerrar el álbum. La combinación de melodías dulzonas, guitarras crujientes y el falsete de Cuomo los hace sonar por momentos al Mew de Frengers. Por supuesto, la obra no es perfecta. Hay al menos dos canciones aburridas, y otras que suenan mejor unos días que otros. Pero si vamos a jugar el juego de las expectativas, la verdad es que en 2014 no hubo una banda que las tuviera tan en contra y lograra más que Weezer.

Track Picks: “Eulogy for a Rock Band”, “The British are Coming”, “Cleopatra”, “Foolish Father”


12. Iceage – Plowing Into the Field of Love
Matador
48 min.
Post-Punk/Art Punk
3.9

Los hijos pródigos del movimiento DIY de Copenhague regresan cambiados, aparentemente inspirados por el fantasma de Joy Division para iniciar su progresión desde los páramos de la agresión pura hacia los de la desesperanza. La progresión es notable desde la primera pista en específico: “On My Fingers” parece la habitual melaza golpeadora del Iceage temprano, pero luego aparece algo que parece… ¿un coro? ¿con pianito? Sí, sí lo es, pero de algún modo todo funciona, puesto que las nuevas gamas instrumentales y composicionales no son usadas para ablandar a la banda, sino para llevar su misma dureza en otras direcciones —quizá más originales y memorables. Los jadeos rasposos de Elias Ronnenfelt continúan al micrófono, la sección rítmica sigue tocando con esa mezcla de desgano y rudeza. Pero tocan otras cosas, más cosas, sus pistas son más largas, aventuradas, y no temen darles estructuras enredadas, muchas veces circulares, confiriendo así a Plowing… una variedad insospechada para una banda que se notaba acorralada en su uni-dimensionalidad (si bien no conforme con ello) cuando yo les vi en vivo hace apenas dos años. Plowing… es, sin duda, un álbum transicional, en el que los daneses se avocan a aprender cómo usar sus juguetes nuevos; sin embargo, cumple con mucho más que ser un simple puente: es por sí misma una obra burbujeante, pulidamente cruda (aunque sea una paradoja) y digna de repetidas escuchas.

Track Picks: “On My Fingers”, “How Many”, “Forever”, “Against the Moon”


11. Swans – To Be Kind
Young God
121 min. (!)
Post-Rock/Noise Rock/Drone
3.9

Si he de confesar alguna flaqueza como oyente, es que tiendo a preferir música que sea, mmm, escuchable. Como tal, ya podrán discernir por qué nunca había sido un gran aficionado a Swans, banda de muchas encarnaciones, pero siempre con un poder corrosivo que merece en toda su plenitud el apelativo ‘épico’. Lo intenté con The Seer (2012), pero fracasé rotundamente a excepción de piezas aisladas, como “Avatar”. Me sentí no sólo aplastado por la música, sino un poco nauseado por la pretensión de hacer un disco, más bien un ataque sonoro, de 2 horas. Casi una burla. Pero To Be Kind me gustó mucho más. No fue un gusto inmediato, claro, con Swans no funciona así. Me sorprende que muchos reseñistas no noten una gran diferencia entre el disco anterior y éste. Para mí, To Be Kind podría muy bien ser la obra que finalmente me enseñe a apreciar mejor el arte de Michael Gira y co.

¿Qué cambia, entonces, según yo? Allí donde The Seer era amenazador, To Be Kind suena simplemente destructivo, y eso invita. A pesar de sus dimensiones, TBK es un álbum que se experimenta sin mayor dificultad (si fuera libro sería más Guerra y Paz que Gravity’s Rainbow), que encuentra dentro de su pesadez grooves deliciosos, casi bailables, sobre los cuales construir. Por supuesto, éstos están delineados por drone, y por la agresividad esquizoide de Gira como presencia, pero la personalidad de la obra resulta más inteligible y empática que la del bélico The Seer. Tal vez el mismo título sea un guiño a este nuevo enfoque, no lo sé; lo que me queda claro es que se me ha abierto una puerta, y sería bastante idiota de no revisitar el resto de la discografía ahora, de la mano de esta sorpresivamente disfrutable obra.

Track Picks: “Just a Little Boy (for Chester Burnett)”, “A Little God in my Hands”, “Nathalie Neal”


10. Thom Yorke – Tomorrow’s Modern Boxes
n/a
38 min.
Glitch Pop/IDM
3.9

Está claro que Tomorrow’s Modern Boxes va a estar por siempre unido con su lanzamiento. Tan sólo días después del precipitoso fracaso —ético, si no económico— de la artimaña urdida entre U2 y Apple, Yorke se sacaba de la manga un enfoque más respetuoso y natural sobre las posibilidades de la distribución digital. La última vez que había experimentado con éstas fue In Rainbows (2007), y todos sabemos que lo que vino en compañía del lanzamiento fue uno de los mejores discos de su carrera. Bueno, si algo puede llamarse decepcionante aquí es que TMB no lo es. De hecho, una mayoría de los críticos y fans apasionados creen que The Eraser (2006) es un mejor álbum solista. No he pasado suficiente tiempo con ese disco como para hacer un juicio, y quizá eso tenga que ver con la siguiente opinión, pero a mí TMB sí me deleitó bastante —aunque dentro de una discografía tan ilustre tiene un aire de disco menor, de nota al pie.

Gran parte de este sentimiento quizá se deba a que Yorke, un artista que pasó al menos diez años como un especialista de las sorpresas y la evolución, parece haberse estancado en su amor al Glitch y la IDM. The Eraser, AMOK (2013), The King of Limbs (2011), y ahora TMB conforman un corpus monogenérico inusualmente grande para alguien de quien se espera fluidez. Hay algo en nosotros que no puede aceptar del todo que Yorke parezca haber encontrado un género que lo contenta. Sin embargo, cuando trascendemos estos juicios, el álbum cumple como un mosaico coherente, orgánico e impecablemente producido de pistas que acompañan la inquietud etérea del Glitch con el alma irreducible de la voz de Yorke, empleada aquí en múltiples y sutiles capas, siendo en sus mejores momentos flotante, hermosa y desconcertante cual nube de vapor sobre paisaje marciano.

Track Picks: “A Brain in a Bottle”, “The Mother Lode”, “Nose Grows Some”


9. Ben Frost – A U R O R A
Mute
40 min.
Industrial/Noise/Dark Ambient
3.9

Hay música que nos gusta y música que no, pero incluso dentro de la primera categoría tendemos a formar categorías de acuerdo a momentos. No es en balde que el portal AllMusic pone junto a cada álbum una lista de “humores” que usuarios y reseñistas encuentran en la obra, esto para ayudar al escucha a prefigurarse lo que va a ubicar allí en una gama más emocional y mental que técnica o genérica. A este respecto, Ben Frost ha dicho que A U R O R A es música que debe sentirse como estar dentro de un acelerador de partículas. Considerando esta inusual cita, no sé precisamente qué situación de escucha tenía en mente el australiano-islandés para su obra, pero estoy bastante seguro de que involucra oscuridad y audífonos. A U R O R A es un álbum que demanda atención, que te ataca con capas intrincadas de sonidos industriales, a menudo aderezados con ruido blanco por encima para agregar ambigüedad y pesadez, y si uno no escucha hurgando activamente dentro de la textura, puede que no encuentre nada.

Los audífonos también dan un poder agregado a la estructura de A U R O R A, la cual se basa en un constante avance y retroceso casi bélico, en el que la obra construye tensión de manera magistral y estresante para luego soltar el martillazo de forma ruda, inmisericorde, pero en varias ocasiones extrañamente bella, hasta epifánica. Para ser una obra tan firmemente atrincherada en el campamento electrónico, el álbum de Frost tiene una admirable cantidad de vida. El drone al principio de “Venter” se siente casi como niebla nórdica; su percusión como una cabalgata o un ritual antiguo. En varios puntos del disco aparece, detrás de la pared de sintetizadores, el repicar lúgubre de una campana de iglesia, cuyo sonido se convierte casi en motif wagneriano. Irresistibles melodías surgen del marasmo justo cuando uno está a punto de tirar la toalla, y te regresan al ruedo. A U R O R A no es un álbum para ir de compras, para correr, para poner en el auto. Es un álbum pensado para quien tenga tiempo y espacio para dejarse caer en sus garras, y que recompensa a éste con 40 minutos de la más enredada y gratificante tortura.

Track Picks: “Nolan”, “Secant”, “Venter”

8. Wild Beasts – Present Tense
Domino
41 min.
Art Pop/Synth Pop
4.0

Este es otro de esos casos donde la subjetividad entra en completa acción, y ser un relativo ignorante le salva la vida a uno. Había escuchado a Wild Beasts antes, sí, en específico Two Dancers (2009), que me pareció un disco interesante, sensual, pero quizá demasiado relajado, liso, que se escapó como seda de mi memoria a excepción de “We Still Got the Taste Dancing in Our Tongues”. No escuché Smother (2011), asi que dí un salto de cinco años para entrar en Present Tense, animado por la bonita portada, y vaya sorpresa que me llevé. Este álbum, del cual muchos se quejan por sus modificaciones (corrupciones, dicen ellos) del sonido íntimo y análogo de Wild Beasts en etapas anteriores, para mí suena más natural que baño de río. Se notan más pegajosos y concentrados como compositores, Hayden Thorpe suena espectacular, y la producción del álbum es estelar. Es cierto que el ritmo de Present Tense es un poco uniforme, y que las piezas no tienen la teatralidad melodramática de otros tiempos, pero la verdad es que ante un esfuerzo de tal calidad compositiva, con tanta atención al detalle sónico y sus múltiples capas, en donde la banda combina su bien documentado gusto por la lenta percusión tribal con sus juguetes nuevos, las oleadas de sintetizador, sin sentirse artificiosa ni forzada, pues… no, no me quejo. De hecho, por mi parte, estaría muy feliz si este fuera su sonido por otro disco al menos.

Track Picks: “Wanderlust”, “Mecca”, “A Dog’s Life”, “Palace”


7. Ought – More Than Any Other Day
Constellation
46 min.
Post-Punk/Art Punk
4.0

En ocasiones hasta la demoniaca blogósfera puede tener mucha razón. Esta banda canadiense pasó casi todo el año siendo la mascotita preferidas de Pitchfork, apareciendo en todas sus listas y tocando en sus festivales. Algunos recordarán el feo episodio de hace unos años en que dicha página infló e infló a los Black Kids tan sólo para admitir, el día del lanzamiento de su disco debut, que la verdad no eran tan buenos. Tal es sólo un ejemplo de los fiascos que la hype machine, o el tren del mame en términos tropicales, suele producir en la escena musical. Pero, por fortuna, no aquí: este sí es el debut del año, y una banda interesantísima para seguir. Lo que Ought trae a la mesa en este sólido y reservado ofrecimiento de 8 piezas es, primero que nada, actitud. Una actitud y estética que regresa al post-punk y art-punk de los setentas, con un poco de Television, un poco de Wire, un poco de Mission of Burma. Y ¡eureka!, el menjurje suena a nuevo en 2014.

Ought me recuerdan al Alt-J de hace un par de años, esa banda extraña, idiomática, que sale de la nada con un álbum que suena a todo menos a un debut. También (y quizá esta banda menospreciada sea de más importancia de la creída para el ADN de Ought, sobre todo vocalmente) me recuerdan al Clinic de Internal Wrangler. A diferencia de la mayoría de sus influencias, los canadienses se dan el lujo de quitar el pie del acelerador con frecuencia. Se sienten cómodos escribiendo canciones de punk mediante una estructura que recuerda más al post-rock por momentos —canciones dispersas, tardadas, que se repiten, con pasajes de drone aquí y allá, pero que siempre terminan creciendo hacia un clímax de desenfreno rebelde envidiable. Uno de los discos más refrescantes del año.

Track Picks: “Pleasant Heart”, “Today More than Any Other Day”, “Habit”, “Gemini”


6. Sharon Van Etten – Are We There
Jagjaguwar
47 min.
Singer-Songwriter/Art Pop
4.0

En Ripped, amena obra del sobre el estado de la industria musical en la era digital, el periodista Greg Kot reitera en varias ocasiones que el camino de lo indie (en un sentido primigenio, “lo independiente”) no sólo da al artista la oportunidad de hacer lo que quiera, sino la chance de fallar, levantarse y madurar sin que nadie les cancele el contrato. No creo que la obra temprana de Sharon Van Etten sea un fracaso ni mucho menos, pero es innegable que Are We There tiene un aire a revelación. Ha sido hasta el quinto LP que la cantautora neoyorquina ha encontrado la fórmula para el éxito rotundo, tanto crítico como de ventas (para una artista alternativa, claro). Are We There es un disco elegante, de ritmo relajado pero con un importante impacto emocional, que recuerda mucho a la Cat Power de The Greatest. Construye sobre las bases melódicas y líricas que Van Etten ya había desarrollado a lo largo de su carrera y las colorea con mayor amplitud que nunca: tenemos una sección de metales, piano, e incluso percusiones electrónicas que dan al álbum variedad, madurez. Van Etten se siente cómoda como compositora al punto de no temer ya el abandono a la instrumentación escueta y acústica del folk. Aquí suena dispuesta a experimentar sónicamente, en la plena confianza de que sus arrolladoras letras y su don para los slow burners serán suficiente para dar cohesión y sentimiento a esta bella obra sobre la dificultad de las relaciones humanas.

Track Picks: “Afraid of Nothing”, “Your Love is Killing Me”, “Our Love”, “You Know Me Well”


5. The Twilight Sad – Nobody Wants to Be Here and Nobody Wants to Leave
Fat Cat Records
44 min.
Post-Punk/Art Rock
4.2

Hay bandas que nunca cambian. Hay bandas que dan un giro de 180° y tiran todo por la ventana. Y hay bandas que evolucionan y se pulen dentro de su propia piel, partiendo de una identidad primigenia. Yo pensaba que The Twilight Sad eran de la primera clase. Sus tres discos habían sido bastante similares —piezas de post-punk melancólico coherentes, pero planas. Obras que se quedaban más en un buen sonido y una idea estética interesante que en un verdadero triunfo como hacedores de canciones. Eran una banda que me gustaba escuchar, pero de quienes nunca me había aprendido una melodía. Dado el ritmo acelerado de la cultura musical contemporánea, descarté que las cosas pudieran cambiar después del tercer LP. Las cosas sólo empeoran desde ahí, ¿no? No. El debut de estos escoceses, Fourteen Autumns and Fifteen Winters (2007), es considerado como un álbum casi-clásico en el Reino Unido, sí, pero Nobody Wants to Be Here…, la verdad, es un mejor disco. Aunque partan del mismo punto.

De algún modo, The Twilight Sad se las arreglaron para no traicionar ni un ápice de su esencia o su sonido, pero cambiar. Todo sigue allí, pero ensamblado de una forma mucho más diestra en la creación de melodías que no sólo se implantan en la mente mejor que sus predecesoras sino que explotan en el momento determinado con una fuerza tal que no dudo en llamar himnos a las primeras 5 canciones del disco. Piezas verdaderamente dotadas de estructura sónica, con coros elevados y más earworms de los que puedo contar. En su desconcertante reseña para Pitchfork, Ian Cohen dijo que este era un álbum sin pasión aparente. No sé de qué habla, la verdad (aunque esto no es raro). Al contrario, ésta es la obra menos uniforme que The Twilight Sad haya producido, la que cuenta con más picos y más momentos memorables. Llegaron tarde a su potencial, pero vaya que me enseñaron una lección.

Track Picks: “Last January”, “I Could Give You All that You Don’t Want”, “Drown So I Can Watch”, “Leave the House”


4. Spoon – They Want My Soul
Loma Vista
37 min.
Indie Rock
4.2

Spoon es una banda curiosa para mí. Usualmente no los contaría como una de mis favoritas, pero mi Last.fm no miente: están en mi top 10 de más escuchados. A pesar de que me sorprendió mucho la primera vez que descubrí este dato, la respuesta no tardó en golpearme. Pues claro que escuchas mucho a Spoon, me dije. Spoon es la cosa más escuchable que existe. Puedes poner uno de sus discos, virtualmente cualquiera, olvidarte de todo por 40 minutos y dejar que una sonrisa te llegue. No necesitas pensar gran cosa, no necesitas adaptarte a experimentos cacofónicos o buscar referencias en el diccionario. Los tipos son el triunfo de lo simple; pero la frescura innegable que They Want My Soul volcó sobre la escena musical del 2014 demuestra que hasta para ser simple se requieren agallas y talento.

La historia aquí no es desconocida: 10 sencillas y pegajosas canciones de rock, concebidas con modesta perfección y ejecutadas ídem. Pero la magia está en la consistencia. No hay un solo eslabón débil aquí, mientras que sí los hay en algunos de sus otros LPs. No hay momentos que distraigan, melodías que se sientan forzadas, filler. They Want My Soul es, a mis ojos, la colección más consistente de canciones que Spoon ha lanzado desde Girls Can Tell (2000), y una donde se dan el lujo de expandir un poco sus fronteras instrumentales, adaptar lo nuevo a sus esquemas conocidos y salir airosos. Pocas bandas veteranas suenan tan bien en 2014, y aunque su arte no es uno que vaya a cambiarle la vida a nadie, sin duda se debe reconocer el valor de una entidad que produce una suma aparentemente infinita de música que se puede escuchar, escuchar, y escuchar de nuevo.

Track picks: “Inside Out”, “Do You”, “Let Me Be Mine”, “New York Kiss”


3. A Silver Mt. Zion – Fuck Off Get Free We Pour Light On Everything
Constellation
49 min.
Post-Rock/Chamber Rock/Chamber Punk??
4.4

Como ya escribí cuando reseñé este álbumcon un aliento más largo, casi siempre que le muestro a alguien la música de Silver Mt. Zion, la cosa no resulta, y creo que ello se debe a que, simplemente, su arte es uno que resulta en fuerte incomodidad, tanto si te gusta como si no. A pesar de tener un LP titulado This is Our Punk Rock (2003) en su haber, este álbum es la obra más ruidosa en la carrera de los canadienses, y no pocos reseñistas le han clasificado como noise rock —pero no es una incomodidad sonora de la cual hablo. Es una incomodidad moral. Esta banda, así como su “hermano grande”, Godspeed You! Black Emperor, se avoca casi por completo al retrato brutal del conflicto social moderno, al tórrido lamento por la pérdida de la inocencia humana que constituyen nuestros sistemas políticos y económicos.

No sé cuáles sean sus creencias al respecto de estos temas, pero deben admitir que hasta Adam Smith o Keynes pensarían que hay algo muy podrido al ver la situación actual. En tal ambiente, Silver Mt. Zion y su idealismo, nunca más agresivo que en Fuck Off Get Free…, resuena con fuerza. El disco termina con una pista tributo al rapero Capital Steez, suicidado el año pasado, que trasciende su anécdota privada mediante la última línea: “hold on”. Y es que SMZ son, a pesar de todos sus lamentos, una banda cuyo temperamento la induce a creer que la esperanza puede estar justificada después de todo, que vale la pena vivir y pelear por nuestro mundo, que la belleza existe. Incidentalmente, o quizás no tanto, son también una de las bandas que la encuentran con más frecuencia y con más verdad.

Track Picks: “Fuck Off Get Free (For the Island of Montreal)”, “What We Loved Was Not Enough”


2. The Antlers – Familiars
Anti-
53 min.
Dream Pop/Art Pop/Post-Rock
4.5

Pocos álbumes más adaptados a la noción de un grower que Familiars, el tercer LP de los neoyorquinos The Antlers como un trío. El primer sencillo, “Palace”, prometía un cargamento pesado de melancolía contenida en notas de piano edulcoradas y agridulces que me recordaron de inmediato a Hospice (2010), su álbum más reconocido hasta la fecha. Y luego nada. Mis primeras escuchas fueron difíciles: en la superficie había canciones planas, faltas de catarsis, envueltas en una sección de metales exagerada, y muy parecidas entre sí. Pero resulta que esta vez los defectos estaban más en la forma que me aproximé al disco que en él, puesto que Familiars no es Hospice. No es un disco que busque derruirte, llevarte a las lágrimas. Es uno que busca acompañar tus horas nocturnas, reflexivas, y hundirlas en un trance de melódica elegancia zen.

Darby Cicci abandona las capas brillosas de sintetizador aplicadas a su LP anterior, Burst Apart (2011), y prefiere el sonido clásico del piano, además de contribuir con trompetas (a las cuales les agarré cariño con cada escucha). Michael Lerner toma las brochas en varios puntos del álbum, acentuando un gran trabajo jazzero y líquido en la batería. Si quieren una comparación, esto suena al Talk Talk de Laughing Stock con una mayor sensibilidad pop. Pero como es usual en ellos, las letras de Peter Silberman son espectaculares. En 9 piezas cuya estructura lírica recuerda más a un poema que a otra cosa, Silberman describe una relación interior atribulada pero en proceso de sanación, una forma de ver el mundo mucho más reconciliada con la realidad que en sus obras más tempranas. Quizá por ello sentía algo anticlimático sobre Familiars al principio. Y es que esta es una obra en paz consigo misma hasta cierto punto, mas ello no la hace falta de interés artístico, puesto que para sanar hace falta plantearse a uno mismo algunas de las preguntas más difíciles y saberlas responder de algún modo, aprender a vivir mejor —y eso es precisamente lo que sugiere Familiars cuando finalmente revela su esplendor acallado.

Track Picks: “Palace”, “Hotel”, “Parade”, “Surrender”


1. Sun Kil Moon – Benji
Caldo Verde
62 min.
Folk contemporáneo/Americana/Slowcore
4.6

En su álbum anterior bajo el nombre Sun Kil Moon, Among the Leaves (2012), el cantautor norteamericano Mark Kozelek ya había dado muestras de volverse descaradamente metanarrativo, regalándonos viñetas musicales sobre su propia vida como compositor hastiado de serlo. Benji lleva la metanarrativa a pisos todavía más elevados, mostrando escenas de su vida (y muerte) familiar; pero ahora Kozelek no parece aburrido de componer canciones. Al contrario, en bastantes momentos de este hermoso LP pareciera que la música es el único elixir ante la tragedia de un mundo mortal y absurdo. Es difícil no pensarlo así con una pista inicial tan arrolladora y significativa como “Carissa”, en la que Kozelek declara estar buscando poesía para darle significado a la innecesaria y accidental muerte de su prima. Del mismo modo, en “Truck Driver” el artista nos relata una escena en el funeral de su tío, durante el cual él levanta una guitarra y pone en trance a toda la familia, llevando a cabo una especie de rito de sanación musical. Benji se siente como una visita al cementerio, una que repasa familiares, asesinos seriales e incluso la inocencia de la juventud. Es probablemente el álbum más conmovedor que he escuchado desde Hospice (2010), de The Antlers, y hace lo que hace sin vestirse de figuras retóricas ni metáforas; al contrario, Benji no se viste, se desnuda ante nuestros oídos haciendo gala de un poder honesto, casi documental, obscena y maravillosamente crudo. [reseña original]

Mucho se ha dicho sobre Mark Kozelek desde que salió de tour y aparentemente emprendió una cruzada contra el mundo entero, cometiendo la metida de pata de meterse con los indie darlings del momento, The War on Drugs. Se quiera admitir o no, estos incidentes han tenido un efecto negativo en la recepción (hasta entonces fenomenal) de Benji. Estuvo en todas las listas de fin de año, puesto que es demasiado bueno para ignorarlo, pero prácticamente no lideró ninguna. Es mucho más correcto laudar a alguien que no haya hecho nada malo, como los mismos WOD o FKA Twigs, o incluso a un troll más obvio, que parece hacer todo como parte de un personaje, como Ariel Pink, que reconciliarnos con el hecho de que el hombre que escribió Benji es el mismo que escribió “War on Drugs: Suck my Cock”. Creo que eso sólo demuestra el poder estético de la obra misma: es tan emocionalmente redonda y bella que muchos cayeron en la tentación de idealizar al creador. Esto es un error el 99.9% del tiempo. Kozelek no es más que un ser humano que también, por vocación, es un artista. Y juzgar sus actos de acuerdo al radar hipersensible del movimiento PC contemporáneo es un error doble, puesto que Kozelek es un bastión perteneciente a otra generación (una que casi siempre cree en una cierta dosis de bullying como formadora de carácter), salido de estratos socioeconómicos semi-rurales (retratados en el disco) que chocan ideológicamente con nuestra forma citadina y suavecita de ver el mundo. Podemos no estar de acuerdo con su forma de manejarse ante estos incidentes, claro. Personalmente creo que su “Adam Granofsky Blues” (grabación donde se burla de la forma en que del vocalista de WOD recuenta los eventos) ya fue demasiado. Pero de ahí a pintarlo como el demonio, o como un abusador patriarcal, como dijera la vocalista de la inescuchable “banda” Perfect Pussy y mete-cuchara profesional Meredith Graves, hay un salto torpe y hasta insultante para las personas que sí sufren abusos reales.

Resulta paradójico que todo este escándalo se haya armado precisamente sobre la estela del disco más desnudo de Kozelek, donde se presenta como un personaje casual y nada digno de idealización (“Dogs”, “Ben’s My Friend”), precisamente porque demuestra que, a veces, escuchamos sólo lo que queremos escuchar. La fuerza poética de Benji proviene precisamente de la falta de artificio, de la capacidad de presentarse ante nosotros no como un constructo estructural, una voz narrativa o una figura mediática, sino como un ser humano más, con todo lo que eso implica. Pero muchos se sienten más cómodos teniendo ese velo de artificio allí, pensando que alguien que escribió 11 canciones hermosas no puede ser un ogro, ni siquiera por un minuto. Deberíamos aprender la lección. Observemos a Kozelek, y a otros artistas también, como entes libres de tropezar, de ser quienes son, de ejercer su subjetividad con todas las incomodidades que ello implique. Después de todo, son personalidades conflictivas, contradictorias y un poco locas, como la de Kozelek, las que permiten los niveles de auto-reflexividad necesarios para producir una obra como Benji. Y eso es algo bueno. Muchísimo.

Track Picks: “Carissa”, “Truck Driver”, “I Watched the Film The Song Remains the Same”, “Micheline”, “War on Drugs: Suck My Cock” :P



Menciones honoríficas:
Afghan Whigs – Do to the Beast
Caribou – Our Love
Protomartyr – Under Color of Official Right
Woods – With Light and with Love
Wovenhand – Refractory Obdurate


2 comentarios:

  1. hola, acabo de escuchar algunos de los albumes y son excelentes ! me darías tu nombre de usario en last.fm para continuar conociendo más música, gracias.

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    1. ¡Hola! Espero veas este comentario porque creo que Blogger no manda notificaciones a Anónimos. Mi last.fm es dvx_dvx. Me alegra que te haya gustado la lista :) Saludos.

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