domingo, 11 de noviembre de 2012

LCD Soundsystem: Envejecer con gracia



“I hope I die before I become Pete Townshend.”
- Kurt Cobain

A estas alturas, hay dos verdades a ser dichas sobre The Rolling Stones: 1) cada que se paran en un estadio, éste se llena; y 2) la sensación en dicho estadio es de cierta decrepitud y falta de aceptación a la propia edad. Hay algo triste acerca de estos hombres hechos, derechos, y totalmente salvados económicamente tocando noche tras noche canciones que deben haberlos hartado hace mucho. Hay algo triste acerca de quienes van a verlos a sus shows, en un gran porcentaje representantes de la generación boomer hambrientos por ver a una banda de su rodada, la que sea, aunque muchas veces no haya sido su favorita en los 60s-70s (o siquiera de sus 5 predilectas). Esto pasa (como observa Chuck Klosterman en Fargo Rock City) porque son los únicos de aquellos tiempos que siguen vivos —si uno omite a la parchadísima alineación actual de Deep Purple, quizá—, y por tanto otorgan a esa gente pasada de moda una oportunidad de catarsis, de sentirse hip de nuevo por un momento. No hay nada de malo con eso, pero sí hay algo ligeramente depresivo acerca de una banda que ya no produce nada relevante satisfaciendo a fans que ya no quieren escuchar nada nuevo. Pero claro, hay quien dirá que al permanecer existentes, tales bandas septuagenarias llenan un segmento social necesario. Entonces, ¿cómo se envejece con gracia? ¿Es en verdad mejor quemarse que desvanecerse?

Puede ser que la respuesta, como sucede comúnmente, sea más compleja de lo que  parece. Quizá algunos músicos puedan permanecer allí por eones, activos, con vida, mientras que otros simplemente no tendrían la misma mística si estuvieran tangiblemente presentes por más de un breve instante. Muchos se lamentan sobre la muerte de Ian Curtis o Jimi Hendrix, ¿pero en verdad querríamos tenerlos aún aquí? ¿No se habrían caricaturizado, incapaces de adaptarse a otra estética y extenuados creativamente, como sucedió con Santana, por ejemplo?