viernes, 26 de diciembre de 2014

(Algo así como) Los mejores 20 álbumes de 2014


2014 fue un año novedoso para mí como escucha, ya que me avoqué a visitar muchos más discos nuevos de lo que había hecho en años anteriores. Mi enfoque hacia la música siempre había sido más bien retrospectivo. Me dedicaba en mayor medida a desenterrar cosas que a escuchar lo que la blogósfera me decía era lo de hoy. Pero al fin, varios factores se combinaron para que decidiera pasar este año bajo un régimen más actualizado, y los resultados no han sido malos. Encuentro que entrar al ritmo acelerado de la blogósfera a menudo me lleva a descubrir bandas que había ignorado hasta ese momento, y a juergas de información en donde termino bajando discografías antecedentes, ya sea del mismo artista o de sus influencias.

Y bueno, de ahí surge la lista. No voy a pre-disculparme —como otros que he visto por ahí— con la excusa de que “como saben, toda opinión es subjetiva”, no porque no crea en ello, sino porque eso ya todos lo sabemos. Sólo quisiera advertirlos sobre dos puntos que notarán en la lista, y que quizá causarán su furia. Primero que nada, virtualmente no escucho rap: me parece un género temáticamente muy conectado a una cultura determinada, con la cual yo no conecto en absoluto. Cuando veo videos de conciertos de Run the Jewels con 80% de público blanco, me pregunto qué tanto de su auge es gusto musical genuino y qué tanto es apropiación cultural pretenciosa. Pero yo qué sé. Y sí, sí escuché RTJ2, y me aburrió horrores, así que de plano me declaro ignorante en este respecto. Segundo punto: escucho poca electrónica. No es que no me guste en absoluto, sino que me agrada sólo bajo ciertas condiciones, las cuales son bastante abstractas en realidad. La principal es que, siendo parcial a tipos de música más análogos, a veces necesito una cierta cualidad orgánica dentro de la electrónica, si es que eso tiene sentido. Ejemplos de a qué me refiero están en la lista. Ejemplos de lo que me repele del género están en lo que, con mucha probabilidad, ustedes esperarían en la misma, como SYRO, disco que no me disgustó, pero tampoco hizo ninguna marca en mi memoria.

No hay mucho que decir en cuanto a método, ya que al ser una sola persona no hay forma ni razón de recurrir a gráficas ni tablitas de Excel. Lo que sigue está armado a ojo de buen cubero, a pura doxa. Lo cual no quiere decir, sin embargo, que no haya hecho un esfuerzo para mantener a la subjetividad de la lista dentro de ciertos límites. Hay artistas aquí por cuya obra siento un cariño muy personal, y cuyo álbum ha definido mi año de sobremanera, como Interpol. Pero no puedo basar en ese cariño mi juicio de valor. He tratado de mantener el bias bajo control, y de ser serio en mi valoración crítica. Dicho esto, es claro que algo de prejuicio sí se cuela, inevitablemente. Pero al fin y al cabo eso pasa en todos lados, incluso en publicaciones de abolengo y métodos de conteo colectivos. Por ejemplo, desde antes del lanzamiento de 1989 era claro que este año la blogósfera estaba inexplicablemente ($$$) enamorada de Taylor Swift —y allí está, metida en todas las listas de fin de año, laudada como una joya pop del nuevo milenio aunque los mejores versos que pueda conjurar para abrir su recorrido sean,

Everybody here wanted something more
Searching for a sound we hadn’t heard before
And it said

Welcome to New York
It’s been waiting for you
Welcome to New York
Welcome to New York.

Ajá, claro, joya.

Así pues, les dejo mi querida lista. No, no está U2. Ah, sí, y tampoco está The War on Drugs. No sé de cual se deba consumir para entender Lost in the Dream, pero a mí, como a Kozelek, me suena a puro beer commercial lead guitar. Pero ni divertido. Más bien deslavado y con hueva. Lapídenme.

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domingo, 19 de octubre de 2014

Beneham - Heteromónimo



2014
Independiente
16 min.
Indie Rock / Emo

⋆⋆⋆ - 3.2

Lo primero que deben saber sobre Beneham es que conforman una banda sin historia, fresca, saliendo apenas del horno, lo cual para un reseñista es bueno y malo. Es bueno porque lo que uno escucha es el punto inicial de un viaje, y por lo tanto se puede considerar su valía de un modo sincrónico, sin preocuparse tanto por la evolución que tal o cual decisión sónica representa en la historia de la banda. Pero esa falta de referencia también puede llegar a ser incómoda, puesto que lo único que queda para construir un marco de referencia (tanto para uno mismo como para ustedes, los lectores) es la frecuentemente demonizada comparación.

Y es que así, tan pedante como a veces resulta, es el recurso menos vago que hay, el más asequible. ¿A qué otra cosa suenan? También, al fin y al cabo, es cierto que las influencias son de especial importancia en una banda como ésta, todavía en proceso de encontrar su voz. Vamos, entonces.

Heteromónimo es un EP de 4 canciones en las que Beneham combina elementos temáticos del emo mexicano de la última década y cachito (División Minúscula, Insite) con una estructura musical de cariz menos melodramático y grandilocuente que la de éstos, y más bien nutrida por el Indie sincopado, melódico y angular del Bloc Party temprano, The Drums o We Are Scientists. En el ámbito nacional, la banda misma apunta a No Somos Marineros y Little Jesus como influencias, lo cual es correcto, pero no son una calca tal cual de ninguno de ellos. Esto es bueno, por supuesto, pero también tiene sus desventajas.


sábado, 24 de mayo de 2014

La marca del diablo: coincidencias de género entre Southern Gothic y Americana



Nota: este ensayo es, quizá, demasiado largo. Por lo menos lo es bastante. Leer a discreción.

The voices are dark in the golden glare, the music intricately blended, both somber and joyful.
-Carson McCullers, “The Ballad of the Sad Café”


Hay géneros artísticos que son casi por completo inseparables de la geografía; géneros que expresan algo más que una inquietud formal hacia la música o la literatura, algo parecido a ese espíritu comunitario que muchos aseguran une a las naciones y los pueblos. Uno de estos géneros es aquella vertiente de música eminentemente estadounidense llamada Americana, la cual cuenta con un importante arsenal de variantes y mutaciones que han evolucionado a través de los años, desde el folk más acérrimo y antiguo hasta subgéneros que lo fusionan con rock, jazz, shoegaze y una miríada más de influencias externas. En todo caso, lo que distingue a la Americana como género es ese ethos que ya se discierne desde su mismo nombre: la implicación lírica y musical de que esta música no podía haber surgido en un punto geográfico fuera de Norteamérica; y no cualquier Norteamérica, sino una muy específica, como este ensayo busca exponer. Otra característica particular de la Americana es que rechaza el sonido hiper-refinado y la comercialización explícita del country más popular, buscando una exploración ecléctica y experimental de las fronteras musicales que se pueden abarcar sin perder el influjo del folclor norteamericano. Así, la Americana nació como un género reaccionario, que o bien busca expandir nuestras nociones de lo que es la música folk y country, o por el contrario se avoca a escudriñar el pasado en busca de un sonido más ‘auténtico’, alejado de los estándares impuestos por cadenas comerciales de radio y televisión. Es esta división entre Americana y el llamado ‘country de supermercado’ lo que motiva el ensayo “Toby over Moby”, del crítico y polemista Chuck Klosterman. En él se arguye que la superioridad de este subgénero sobre el country comercial que suele percibirse en círculos periodísticos es una quimera, ya que es el country comercial el que en realidad comprende y expresa las preocupaciones de la vida simplista llevada por los habitantes modernos de las porciones semi-rurales de E.U, mientras que la Americana y el country alternativo en todas sus variantes sólo le incumben a intelectuales que han creado un falso glamour acerca del folclor norteamericano: “[…] while alt country tries to replicate a lost consciousness from the 1930s—modern country artists validate the experience of living right here, right now” (Klosterman 180). Para el ensayista, la competencia musical de ciertas bandas de country alternativo sobre artistas comerciales como Garth Brooks o Toby Keith es irrelevante, ya que sus obras no tienen un significado que se conecte de manera “genuina” a su realidad (176). ¿Acaso la mimesis de una realidad mundana es el propósito del arte, o de la Americana en específico?

martes, 4 de marzo de 2014

Triseña - 04.03.14 // 3 por el precio de una




Warpaint – Warpaint
2014
Rough Trade
51 min.
Dream Pop / Trip Hop / Ambient Pop
⋆⋆⋆½ - 3.5
La tribu liderada por Emily Kokal vuelve a la carga con su segundo LP, un trabajo intrigante, que entrega mucho y también adolece a ratos. Ciertamente nos encontramos ante una colección de canciones que demuestra intención de llegar a una estética definida, y no sólo intención, sino el despliegue efectivo de ella. Esta estética es encantadora: adentrada en un dream pop soñador, lento y atmosférico como el que pocos intentan hoy en día con tanto éxito. Quizá Beach House se venga a la mente, pero las texturas de Warpaint van acompañadas de una capa metálica que no aparece en, digamos, Teen Dream (2010). Este fin atmosférico, que prefiere dejar una canción cocinar durante cinco minutos a explotar sus ganchos durante tres aparece en todo su esplendor en cortes como “Biggy” o el primer sencilo, “Love is to Die”. Mientras tanto, la capa metálica de la que les hablaba no es una figura retórica, sino que en bastantes ocasiones es literal: la banda introduce metales jazzeros de una manera hipnótica en el trasfondo de varias canciones, mezclándolos con la línea melódica de las guitarras de un modo muy similar al que Radiohead lo hace en In Rainbows (2007), disco con el que Warpaint guarda una velada pero consistente relación. Baste como evidencia de esto una escucha cuidadosa a “Teese” o “CC”, o bien a la sección final de “Drive”, que bien podría adornar una versión aletargada de “Weird Fishes”, pieza de la pandilla de Yorke.

Sin embargo, el enfoque lento y paciente de la banda no termina por funcionar en todas las piezas, o por lo menos podría resultar decepcionante para un escucha casual. Muchas de estas pistas no tienen coro ni clímax bien establecido, sino que se desenvuelven orgánicamente, y a menudo de manera cíclica, hasta caer en un final difuso. Canciones planas. Nada esto es un pecado, pero no nos olvidemos del género: este es un álbum de pop, al menos en su epidermis. Lo es porque tiene voces amables, instrumentación etérea y líneas melódicas convencionales, pero por momentos parece que quiere romper con el canon estructural del género y volverse algo más oscuro, elusivo, cercano al trip-hop o al ambient pop; y digo, eso es un experimento interesante, pero al comparar una de las canciones planas (“Go In”) con otra que sí llega a un clímax definido (la fabulosa “Drive”), es fácil darse cuenta de qué momento es más efectivo, memorable. Pista: no es el primero. Para ser un álbum de pop, es innecesariamente difícil por momentos seguirle la pista, mover la cabeza al ritmo, tararear.

En resumen, Warpaint es un álbum un tanto ambivalente; complicado para quien busque melodías inmediatas, pero con interesantes experimentos formales y numerosas recompensas sonoras enterradas para aquél escucha dispuesto a darle varias repasadas. Warpaint demuestra que tienen una idea en mente, pero dejan la puerta abierta para muestras más desarrolladas de esa idea en un futuro.

Track Picks: “Intro”, “Love Is to Die”, “Biggy”, “Disco//Very”, “Drive”.