viernes, 21 de septiembre de 2012

He Has Left Us Alone but Shafts of Light Sometimes Grace the Corner of our Rooms...



A Silver Mt. Zion
(2000)
47 min.

I

Llegué al universo de esta banda a la inversa de cómo suele hacerse: los conocí a ellos primero, y a Godspeed You! Black Emperor después. Para quién no conozca a ninguna de las dos, baste con decir que son colectivos canadienses (¿o uno solo?) de música post-rock en su mayoría instrumental, los cuales comparten muchos de sus miembros. Entre esos se encuentra, por supuesto, la mente maestra: Efrim Menuck, anarquista, genio, figura. Yo no sabía nada de eso, claro. Sólo me agradó el nombre de la banda, y me parece que los hallé buscando álbumes con títulos kilométricos. No me arrepiento; ellos han sido una de las experiencias más importantes de mi vida como escucha. No sólo han hecho música que me agrada, sino que me abrieron un mundo. ¿Y porque no?

Como averiguaría después, Godspeed se encarga de componer las piezas insondables, enormes, con crescendos de 10 minutos. Las piezas de Silver Mt. Zion, en cambio, rara vez pasan de esa duración. Son un lado accesible hacia el post-rock, pero no por esto uno fácil ni simplón. Requieren paciencia, pero (al menos en este álbum) no te piden ningún tipo de ideología ni tres horas de tu tiempo. Acaso por ello fueron tan buena puerta para que yo entrara al mundo de su género, y a la forma en que ellos lo manejan en particular: rudos, sombríos, circulares, sin concesiones, pero también casi sin defectos.

 II

1. Broken Chord Can Sing a Little – Disonancia y minimalismo. Lenta hasta el punto de causar terror y circular hasta causar claustrofobia. Toma tiempo agarrarle cariño, pero sí lo termina logrando. Sobre todo su final y la progresión hacia la siguiente pista por medio de una grabación de palabra hablada son soberbias. 8

2. Sit in the Middle of Three Galloping Dogs – La canción que me hizo apegarme al post-rock. El juego de violines es hipnotizante, la batería impredecible, las guitarras (aunque puestas en el asiento trasero) inquietantes. El giro de melodía a un minuto del final es de mis cosas favoritas en el mundo sonoro. Si no van a oír el álbum, oigan esta por lo menos. 9.5

3. Stumble then Rise on Some Awkward Morning – Retoma la melodía de la pista anterior en un tono más melancólico, reemplazando la batería apabullante por cuerdas de piano suaves y oscuras. Hacia el final, por fin, hay un clímax y un cambio de melodía, pero no deja de apoyarse en esos dos instrumentos. No es lo más inspirado del disco, pero satisface. 7

4. Movie (Never Made) – Una joyita preciosa e inesperada. Se conforma de piano, bajo, eventualmente violín y la extraña voz de Efrim Menuck hablando de un paisaje apocalíptico en donde el viento pronuncia el nombre se nuestros abuelos. Los instrumentos reflejan esa oscuridad mediante su minimalismo. El final de la letra es hermoso. “Don’t be afraid that the parade will not pass our way…” Otra obligada. 9

5. Thirteen Angels Standing Guard Round the Side of Your Bed – La canción más extraña del album. Han pasado más de dos años desde que la oí por primera vez y todavía no sé cómo hicieron esos sonidos. El loop sempiterno de lo que parecen voces de seres desconocidos hace sentir la canción más larga de lo que es en verdad, y la experiencia se convierte casi en algo religioso. Perfecta para meditar o reflexionar. 8

6. Blown-out Joy From Heaven’s Mercied Hole – La voz de Menuck regresa, acompañada de un contrabajo que toca un loop similar al de la pista anterior, pero sólo por breves momentos antes de dejarle el mando a la instrumentación. Su intrusión me hace pensar en un despertar del letargo inducido por “13 Angels…”, lo cual logra al principio. La canción sigue, sin embargo, sin construir un crescendo demasiado satisfactorio más allá de un piano jazz muy lindo. Con todo, no justifica su duración de 9 minutos y es un momento bajo del álbum. 6.5

7. For Wanda – Mucha gente dice que el post-rock la hace llorar, pero a mí, aunque me encanta y me mueve, nunca me ha pasado con canción que no sea esta. Una sencilla construcción de ruido vario en el fondo, con violín y piano al frente. Un homenaje a la perrita de Efrim, fallecida durante las grabaciones. Los instrumentos se entienden como por intuición, y forman momentos, vértices de sonido, que por más que quiera no puedo explicar. Una de mis pistas cerradoras predilectas, y una que trae el círculo a buen cierre, recordando el ambiente mínimo de “Broken Chord…”. 10

III

No puedo decir mucho de la sensación que deja el álbum al terminar, porque no soy muy objetivo. Para mí es una sensación de concordia y de confirmación: es uno de mis álbumes favoritos, y confirmo que lo he escogido bien. Dicho esto, se puede hablar de una tremenda tranquilidad, quizá traída por la catarsis de la emocional pista cerradora, y sobre todo de sus notas finales, que no hace falta ser un analista brutal para saber representan al cielo. Como un todo, He Has Left Us Alone… funciona cual una exposición del uso minimalista y efectivo de ciertos instrumentos, y puede ser que por eso también deje un paladar en calma, puesto que nunca es muy estruendoso ni se basa tanto en crescendos como en pequeños giros de tuerca y melodías sutiles que viajan en espiral.

La recomendación es para todo público que tenga paciencia. Si les gusta la música clásica, por ejemplo, o el jazz lento. Si buscan en sus escuchas un fin gratificante inmediato, aléjense de este álbum, pero también del género por completo. Y es que es posible hacer una generalización tal: A Silver Mt. Zion, y este álbum en particular son tan representativos del post-rock bien hecho que, si ellos no te cuadran, es muy difícil que conectes con alguna otra banda de las que han inspirado. Puede ser que Explosions in the Sky y los pasajes pop de Sigur Rós sean excepciones a eso, pero tales cosas son irrelevantes. Lo que debe ser dicho ha sido dicho, y el círculo se ha cerrado hasta que decidamos abrirlo de nuevo, con las inquietantes notas de “Broken Chord…”. Porque eso sí, créanme, una vez que se le toma cariño a estas canciones se vuelven amigos memorables para las noches tranquilas; incluso las que no dicen una sola palabra.

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