miércoles, 22 de enero de 2014

Fuck Off Get Free We Pour Light on Everything



  • A Silver Mt. Zion (o Thee Silver Mt. Zion Memorial Orchestra)
  • 2014
  • 49 min.
  • Post-Rock, Art Rock… ¿Chamber Punk?

 

He tratado de mostrar a varias personas la música de A Silver Mt. Zion a través de los años, con resultados francamente pobres. La mayoría de las veces se me quedan viendo como si tuviera peste bubónica. Algunos —los más educados— sueltan un lacónico “seh, ’ta chido”, antes de regresar a su vida normal y no hablar de música conmigo por un buen tiempo. Al fin, creo que la honestidad de una persona me reveló, hace no mucho tiempo, el núcleo de este asunto. “Me dan nervios, ansiedad”, dijo esa persona. E incluso el apologeta oscuro que llevo dentro debe admitir que esas emociones no son agradables para casi nadie. Lo peor es que no puedo decir que esa persona esté incorrecta: yo siento los mismos nervios y la misma ansiedad cuando escucho a Silver Mt. Zion, por no hablar de Godspeed You! Black Emperor, proyecto del cual son primos-hermanos. ¿Entonces qué? ¿Por qué los nervios y la ansiedad que produce esta banda se transforman en algo sublime para mí y no para otros? Creo que tiene algo que ver conmigo: yo les mostré la música, y lo hice en el momento en que se me dio la gana. Para escuchar a estos tipos tienes que estar dispuesto a una confrontación emocional/musical fuerte, y la gente no anda por la vida con tales disposiciones a toda hora. Para escuchar a Silver Mt. Zion es más o menos necesario, ahora veo, que ellos te encuentren a ti en el momento preciso. Fui muy estúpido al pensar que una banda que yo empecé a escuchar en una noche muy especial para mí tendría el mismo efecto en otra persona a mitad de una clase de matemáticas.


Estos canadienses hablan, siempre han hablado, del CONFLICTO. El gran conflicto humano de este siglo —la disparidad económica, la impotencia ante las instituciones, la frialdad de las máquinas, el deseo no realizado de luchar por una causa valiosa. Por supuesto que te van a poner nervioso. De eso se trata. Fuck Off Get Free… debería poner nerviosos en especial a los ciudadanos de Quebec, a quienes prácticamente se les llama a la guerra de independencia en la primera pista, “Fuck Off Get Free (For the Island of Montreal)” —un himno abrasivo y beligerante cuyos temas y tono remiten a “Declare Independence” de Björk, pero con 7 minutos y muchos músicos más. Y vaya que los usan bien. La primera parte de la pista es un crescendo monstruoso, de los más agresivos e inmediatos en su discografía, pero es cuando llega al pico y desciende que se consagra. Tras dejar la furia salir, Efrim Menuck y compañía emprenden uno de sus pasajes corales melancólicos tan característicos, sólo que en vez de las arpas celestiales que los acompañaban en Horses in the Sky tenemos violines chirriantes sobre un fondo pesado, turbio, que bien podría haber salido de cualquier disco de In Extremo o incluso de Electric Wizard. El efecto emocional que siempre han tenido sigue ahí, enervante, pero ahora es musicalmente denso como un mar de cieno.


“Austerity Blues” es mucho más pausada, lo cual se entiende, considerando que es la pista más larga del álbum, con casi 15 minutos de duración. Para empezar no suelta la furia de imediato, sino que la deja cocinar por un buen tiempo; primero a través de dos minutos de Menuck acompañando un extraño pizzicato, y luego ya con la instrumentación tradicional de la banda en un ritmo medio. El bajo, amenazador y profundo, brilla especialmente en este pasaje. Pasan casi cinco minutos antes de que la canción explote por primera vez. Tras este crescendo, la banda construye otro, uno que me remite al disco lanzado por GY!BE hace año y medio, ‘Allelujah! Don’t Bend! Ascend!, puesto que muestra una fuerte influencia de medio oriente en sus melodías, mezclada con un brío punk a la hora de inyectar ritmo. Tras una explosión más grande que la primera regresamos al pasaje coral melancólico, aunque esta vez la instrumentación de fondo sí es escasa y deja a los cantantes en primer plano. Los violines suenan vagos, como apenas afinándose, y Menuck recita titubeante sobre tambores militantes acallados, y sobre las voces fantasmales de sus compañeros de banda, antes de que todo se funda en una confusión de ruido que no suena cacofónica, sino natural tras algo tan parecido a un cataclismo.


Las influencias de medio oriente se hacen todavía más pesadas y evidentes para la bomba rítmica “Take Away These Early Grave Blues”, la cual te hace azotar la cabeza mientras Menuck repite la frase del título intercalada con versos sobre ese temor mismo, el de morir antes de tiempo. Cabe señalar que la distorsión que cerró “Austerity Blues” no se ha disipado hasta ahora. La furiosa “Early Grave…” parece haber emergido de las cenizas de su antecesora, que es quizá más taciturna. El clímax de la pista llega en un jam de violín sobre batería que recuerda a su discografía temprana, en específico a “Sit in the Middle of Three Galloping Dogs” de su debut He Has Left Us Alone…, sólo que más ruidoso y torcido sónicamente. Después llega la calma en el modo de un breve interludio de voces suaves y piano, llamado “Little Ones Run”, el cual es suficientemente emocional y poético para justificar su lugar en el álbum a pesar de su minimalismo. Pero su mayor propósito, me atrevo a decir, es construir un puente menos violento, un lugar de descanso, entre la belicosidad de “Early Grave…” y la quietud del inicio de la siguiente pista, “What We Loved Was Not Enough”.


“What We Loved…” inicia desde abajo, con lo que es casi ruido blanco, y asciende poco a poco, con una pequeña línea de bajo y algunos pellizcos al violín, mientras Menuck comienza a soltar melancólicas sentencias sobre el futuro de la humanidad. Este inicio me recuerda a mi canción favorita de ellos, “Mountains Made of Steam”, de Horses in the Sky, pero a diferencia de ésta “What We Loved…” no se mantiene en territorio lángido mucho tiempo. Pronto entran los tambores y las voces complementarias, pero no se sienten agresivas como en las pistas anteriores, sino arrastradas por la corriente melancólica de la voz de Menuck y su mensaje. “The world itself consumed / man that’s the only truth […] What we loved was not enough / But kiss it quick and rise again”. Esto es Silver Mt. Zion resumido a su minima esencia, a su corazón: enfrentarse al apocalipsis de la civilización y ver en él todo el dolor, toda la pena, pero también, de algún modo, toda la esperanza de un futuro nuevo, libre de las penas sociales que nos aquejan, que nos hacen imperfectos. Tras un pequeño ascenso viene la obligatoria parte a coro: Efrim recita el apocalipsis con fuego, motines, muerte de infantes y puentes caídos, mientras voces femeninas repiten al fondo “And the day will come when we no longer feel”. Y cuando parece que van a soltarte a las garras de la negrura total, del fatalismo, viene la luz: “Then the west will rise again”. Escuchar a Silver Mt. Zion cuando están en su momento más lujoso, como en esta pista, es ser consciente de tu lugar en la eterna espera, quizá inútil, por un mundo mejor.


La banda eligió no cerrar Fuck Off Get Free… en este punto, sin duda el álgido, sino darnos otra pista más, dedicada al rapero Capital Steez, quien se suicidó el año pasado —dando así más fuerza al tema de la muerte temprana tocado en “Early Grave…” y “What We Loved…”. La canción, “Rains Thru the Roof at the Grande Ballroom”, consiste en un pequeño ritmo tribal que nunca cambia acompañado de notas de piano extraviadas aquí y allá, lentas olas de reverb y la desgarrada voz de Menuck, que nos acompaña con un refrán hasta el final del disco: “Hold on”. No creo estar disparatado si digo que eso, “hold on”, es el mensaje definitivo de esta banda hacia el mundo.


La vida occidental colapsa.
Todos somos infelices en secreto.
Pronto llegará el día del juicio.
Water sank our boats.
The world is sick.
Musicians are cowards.
Todo se va a la mierda, sí.
Then the west will rise again.
So let’s have a parade.
Hold on.
Un poco más.



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