Interpol
(2002)
49 min.
I
¿Qué es la mística para una pieza musical? Un sentimiento,
el reconocimiento interior de que lo que se está oyendo es grande, importante.
Pero se pone más complicado que eso. Uno termina por no saber si la mística
precede a la importancia, por ejemplo. En el caso de las sinfonías clásicas, es
difícil no oírlas con un oído atento a la mística, consciente de la importancia
histórica de la pieza. Es por eso que todos callan atónitos al escuchar música
clásica, aunque no sea de su entero gusto. Pero hay otras ocasiones en que
surgen piezas contemporáneas que —aunque mucho más limitadas en
instrumentación, composición y técnica— presentan un grado elevadísimo de
mística. Son piezas que hacen sentir al escucha que las estaba esperando. Que la vida no es más que premonición al
momento de la revelación —parecido a la catarsis aristotélica—, en el que uno
escucha esa canción, ese disco. Piezas que, a pesar de no
tener historia, nacen ya con relevancia y presencia de gigante.
Para esto, hay géneros que se
prestan mejor que otros, y el post-punk es de los más beneficiados. La
seducción del bajo, la guitarra que corre en ciclos, mareando, y la atmósfera
que, en general, invoca humo, trajes negros, melancolía. Hay gente que se
aburre a morir con Joy Division o This Heat, y no los culpo; no es un género
que le vaya bien a todos. No se trata de elitismo: no es que los fans del
post-punk tengan un mejor oído, sino que lo tienen ya afinado (desde siempre) a
esas notas específicas —la conexión con una pieza musical es algo que se lleva
dentro. El punto de estas líneas es explorar esa mística en un álbum que es
para nosotros, hoy, lo que Unknown
Pleasures o Deceit fueran para
décadas anteriores. Turn on the Bright
Lights es un álbum con mística debido a su ambigüedad/oscuridad temática,
su apego a las raíces de su nacimiento, y la eficiencia en ejecución de sus
músicos. Es un álbum con la capacidad de transportar a ese NY desolado y frío
del que habla, o bien en convertir a cualquier ciudad, cualquier sitio, en el
recipiente de esa atmósfera. Es un álbum que crea momentos.
II
1. Untitled – Sostengo
que la mística de éste álbum se mantiene, en gran medida, gracias a tres
pilares de minimalismo lírico repartidos en él, los cuales confieren a la
música ambigüedad y ambiente. “Untitled” es el primero de esos pilares, con
instrumentación brillante y una letra que no dice absolutamente nada, como si
guardara un secreto imposiblemente grande. Los fills de Fogarino en la batería
son creativos a más no poder, las guitarras van y vienen como el ciclo del
océano, y el bajo se mantiene, por ahora, en una relativa sombra. La letra dice
que algún día nos sorprenderán. Uno termina pensando que ya lo han hecho.
2. Obstacle 1 – Es
difícil encontrar listas que no proclamen a esta pista como una de las mejores
en la década pasada. De nuevo, y como se volverá un sello personal, la letra es
críptica, pero mucho menos minimalista que en “Untitled”. Esto hace al escucha
pensar que, tras un inicio atmosférico, ahora la banda muestra que puede subir
el volumen, cambiar la marcha. Lo logran. La transición al coro es
sencillamente espectacular, y Carlos D. entrega su primera gran línea de bajo.
Banks aúlla “I’ll never see your face again” con desesperación, casi sin aire. “Obstacle
1” es un clásico porque transmite esa desesperación a nuestros pechos —nos
explota.
3. NYC – Pero
después de la explosión viene la calma. “NYC” es una de las canciones más
lentas y con letra más descifrable del álbum. En cierto sentido también es
atmosférica, pero no minimalista. La letra está justo en el centro aquí,
hablando de las calles desoladas y sucias de ese NY descarnado que vio crecer a
Banks. La instrumentación cumple en el sentido que la de “Subterranean Homesick
Blues” cumple en Radiohead: como perfecta plataforma para la idea lírica. “It’s up to me now, turn on the
bright lights.” De nuevo, somos transportados: buscamos un cambio en
nuestras vidas, pero la ciudad despiadada nos lo niega. Un himno.
4. PDA –
Retomamos la marcha rápida. La canción que le consiguió a Interpol un contrato
discográfico justifica tal estatus con guitarras especialmente chirriantes y
una línea de bajo frenética, sobre un coro de insondable significado —pero
imposible de sacarte de la cabeza. “We have 200 couches where you can sleep tight, grin right.” No, no
tengo idea de qué habla. No me importa. “PDA” es como manejar a toda
velocidad por un túnel desierto, y eso siempre será encomiable. El outro es de
la mejor música del álbum. De la década. Memorable como experiencia sonora,
aunque uno no sepa porqué.
5. Say Hello to the
Angels – Muchos fans adoran esta canción, y puedo ver porque. Seguimos en
marcha rápida, y esta vez tomamos la mayor velocidad que Interpol sabe tomar. Parece
ser que aquí, por momentos, casi olvidan la atmósfera y se dedican a tocar, a
divertirse. Sin duda, esto se traduce en un momento excitante en vivo, pero he
de decir que siempre me ha parecido un quiebre dentro del disco. Es bueno
escucharlos frenéticos, y es una buena canción para agitar la cabellera un
rato, pero no va del todo con el resto. Hubiera preferido que este fuera un
single y “Specialist” estuviera aquí, pero bueno, eso es imposible y aún así,
no puedo quejarme tan amargamente. Es una canción divertida.
6. Hands Away – Este
es el segundo pilar de minimalismo atmosférico en el álbum. Parecería más una
idea para una canción que una canción terminada, y les recriminé eso por mucho
tiempo. Sentía que esa guitarra deslizante y el fill monótono de Fogarino no
tenían porque terminar tras 3 minutos, sino que debían crecer hacia alturas
increíbles. Pero… ¿por qué? Al terminarla pronto, Interpol mantiene sus
secretos guardados y entrega una pieza repleta de misterio. Una favorita
personal, perfecta como es.
7. Obstacle 2 – Retomamos
la marcha normal, con el “Obstacle” menospreciado. No tiene el carisma de su
contraparte 1, porque no tiene la misma desesperación en la voz ni proeza en la
línea de bajo. Pero no decepciona; sólo es una canción diferente. La voz de
Banks y la guitarra de Kessler se mueven con más sensualidad que peasar,
recordándonos que la oscuridad no sólo crea melancolía. También hay bohemia, y
encanto. Vale la pena.
8. Stella Was a Diver and She Was Always Down –
Favorita absoluta
de mucha fanaticada. Además de tener un gran título, “Stella” nos
presenta a Interpol en el tope de su habilidad musical. Al ser una canción más
bien extensa, cada uno de los miembros recibe tiempo de lucimiento, y lo
aprovechan al máximo. Pero nunca se convierte en una competencia, la canción en
sí suena unificada, cohesiva alrededor de un núcleo de amor desesperado
—similar a “Obstacle 1”. Constantes cambios de ritmo, estructura intrincada,
declaraciones de amor desaforadas, juguetes sexuales catatónicos. “Stella” es
un triunfo de la arquitectura, una canción con capa sobre capa, pero que encaja
perfectamente. O quizá es tan perfecta por esa variedad inexplicable, pero
cósmicamente alineada. Obligada.
9. Roland – Lo siento,
no me gusta “Roland”. No la detesto, no es una mal canción, pero no me agrada
la forma en que irrumpe en el álbum. “Say Hello…” también rompía el ritmo, pero
es una canción con mucho más encanto e idea que esta. Por momentosel grito de
Banks me resulta irritante, cosa que no ocurría con los anteriores momentos
duros del álbum. El efecto de pared sonora que logra la sección rítmica es
encomiable desde un punto de vista técnico, pero la canción es más bien
olvidable. El puente hacia el final de la pista es de lo mejor, eso sí.
Pasable.
10. The New – Otra
favorita personal, y una a la que no le puse atención por mucho tiempo. Siempre
que llegaba a este punto del disco, me impacientaba y ponía “Leif Erikson” de
una vez, pero eso era un error. Comienza a un ritmo muy bajo, sutil, y escala
en el coro de la mano de la voz de Banks. De nuevo, el tema parece ser una
relación enfermiza, enmarcada por una ciudad oscura. “I can’t pretend I don’t need to defend some
part of me from you.” Parece que tenemos un slow-burner lindo y común a la vista, pero a la mitad todo cambia.
Hay un puente sórdido, surrealista en el trabajo de guitarra, que da lugar a
una sección instrumental donde Carlos D. se luce en el bajo. Su trabajo es
difícil de describir, elegante pero rebelde, oscuro pero saltarín. “The New”
resalta porque, a medio camino, abandona la lírica y le deja todo a la música.
Y habla más de ese modo. Tremenda.
11. Leif Erikson – El
tercer pilar minimalista del disco. En esta ocasión no es que la letra sea mínima,
sino que habla del minimalismo romántico por su nombre. Habla de sentimientos
reprimidos dentro de hieleras, y de amores expresados “subliminalmente.” Todo
esto enmarcado por un lento pandero y guitarra cíclica, al mismo ritmo de “The
New”. El último minuto hace crecer la melodía mediante un empujón de parte de
la sección rítmica, y un cambio de tono en Banks, quien, imperceptiblemente,
pasa del suspiro al aullido. Notamos la misma desesperación que en “Obstacle” y
“Stella”, sobrepuesta encima de algunas preciosas notas finales en la guitarra
de Kessler. Luego todo para, sin outro ni explicación; sin nada. De nuevo, se
han guardado los secretos.
III
Entonces, tenemos que el álbum se compone por tres columnas
de atmósfera, que sostienen un grupo de canciones más dinámicas, todas
impulsadas por un núcleo de oscuridad elegante. Hay dos rupturas en el ambiente
del álbum, que son breves y no representan una amenaza para el sentimiento del
disco. En cierto modo, supongo que se justifican estas rupturas. NY es melancólica,
oscura, sensual, sí —pero también es sórdida y rápida en ocasiones. Mas NY no
es sólo esa ciudad en sí; es una representación de todos nosotros, en la ciudad
en que nos encontremos. Ciudad, eso me queda claro, éste es un álbum urbano.
Las luces a las que se refiere el título —y el acto de encenderlas— se refieren
a la forma en que uno enfrenta la oscuridad en la vida, pero también son
literales. El álbum se escucha mejor de noche, bajo el abrigo de callejones y
lámparas de neón.
¿Por qué un álbum melancólico
deja una sonrisa en el rostro y ganas innegables de escucharlo otra vez? Para
mí, la respuesta yace en que las canciones toman la melancolía y la dramatizan,
para que uno la pueda cantar y sacar mediante el movimiento del cuerpo. Es por
eso que este álbum no sería tan bueno si fuese pura atmósfera; eso sería
demasiado intelectual. Por el contrario, un álbum compuesto de pura dinámica
carecería de alma y mensaje. ¿Y por qué es tan importante para nosotros? Porque
el post-punk parecía un género muerto, y fueron cuatro neoyorquinos
empedernidos quienes tuvieron la visión de traerlo a la vida; quienes hicieron
la conexión entre los oscuros sentimientos de la ciudad en el siglo XXI y las
argucias musicales de treinta años atrás. Y luego, lo sacaron adelante con pasión
y competencia. No está mal para un debut. Es por eso que lo hemos hecho un clásico,
pero la mística del álbum no se basa en esa importancia que ha hallado —se
encuentra en sí mismo, en su perfecta conjunción de claros y oscuros.
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